Por eso propongo dos cosas:
La primera es odiar con pasión y decirlo en voz alta: odio el chocolate, odio los bancos, odio las multitudes y eventualmente odio a mi familia sabiendo que tengo muchas cosas que consideran cualidades, que me parezco a ellos y que aún así siempre esperan algo más de mí. Odio a las personas que creen que el conocerme es motivo de condescendencia y también odio cuando me tienen lástima. Pero lamentablemente, no puedo evitar el odiar ciertos aspectos físicos de mí al haber aprendido el tabú de guiarse por lo orgánico, no por lo ideal. Lo segundo...